Con el cuadro Ovogénesis,
al que entonces llamé “Ovo Primordiale”, encontré quizá un estilo
personal que gusta y destaca; comencé con él hacía años, pero sólo en forma de
divertimento y dibujos. Pero entonces, llevado al óleo resucitó como yo, es libre, de
grafismos automáticos que mi imaginación estudia y redefine, yendo desde la
primera intuición subconsciente del garabato hasta el razonamiento último de la
creación sensible, inteligible, simbólica o transmisible. Es simple y calmado,
con el gran ritmo que trasmite la curva gestual, pero creativo por su posterior
racionalización y la recreación de mi imaginación fantasiosa; predominan los resultados
humanoides, con figuras y rostros distorsionados; aunque también se presta bien a las naturalezas muertas, bodegones o simples formas subreales... Año 1999.
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